Victoria Luque, periodista

A raíz de la pandemia, los casos de depresión y ansiedad en jóvenes se han disparado en todo el mundo. Ante este problema que como un tsunami ha sacudido a la sociedad actual, ¿qué dice la Iglesia?

 

Tengo una hija que desde hace dos años padece de depresión y ansiedad. Tiene 15 años y su sufrimiento nos ha abierto los ojos a una realidad que para nosotros, hasta ahora, era desconocida», comenta la madre de Ana Rodríguez, y prosigue: «Ella está evolucionando bien, pero muy despacio. Las crisis de ansiedad son ahora más dilatadas en el tiempo, pero los “bajones” como ella los llama, siguen siendo tremendos: se mete en sí misma, no nos habla, llora, a veces llega a ser agresiva y otras veces intenta hacerse daño a sí misma. Está medicada, pero eso no quita que sufra mucho, y la manera de aminorar ese dolor interno es haciéndose cortes en los brazos, o dándose golpes con la cabeza en el suelo… Gracias a Dios, estos episodios son cada vez menos frecuentes».

Así habla la madre de Ana, quien se ha brindado a dar este testimonio para hacer visible la enfermedad mental entre los jóvenes y adolescentes. La familia de Ana es cristiana, y ello supone un plus, pues el recurso de la fe no deja de ser un balón de oxígeno para aquellas familias que afrontan un problema de salud mental en su casa.

Si acudimos a los datos estadísticos, comprobamos que el 59,3% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años reconoce padecer problemas de salud mental según datos del «IV Barómetro Juvenil 2023. Salud y bienestar» realizado por la Fundación Mutua Madrileña y Fad Juventud. Del total de jóvenes que declararon haber sufrido problemas psicológicos, psiquiátricos o de salud mental en los últimos doce meses, el 62,5% pidieron ayuda profesional, frente al 51% de 2021. Por otro lado, un 23,8% experimentó alguna vez ideas suicidas, un 11,3% piensa en el suicidio con cierta frecuencia y el 13,8% lo hace con mucha frecuencia o continuamente.

Conocer a Dios es la llave

Ante esta situación, abonada por las circunstancias vividas en la reciente pandemia del coronavirus ¿qué dice la Iglesia? ¿Tiene algo que decir la fe, la oración, la caridad en todo este asunto? Si acudimos a la Encíclica Spes salvi, el papa Benedicto XVI explica que la salvación, la redención no es simplemente un hecho, sino que se nos da además como una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente, «aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si

«Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo» (Benedicto XVI) podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». Por lo tanto, el «elemento distintivo de los cristianos» es «el hecho de que ellos tienen un futuro, (…) saben (…) que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. (…) El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva».

Y para rematar la idea de que la esperanza es la que nos abre la puerta al sentido de la vida, Benedicto XVI concluye: «Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza». Es algo que entendieron muy bien los Efesios, que antes del encuentro con Dios tenían muchos dioses, pero «estaban sin esperanza, (…) sin Dios». El problema para los que vivimos siempre con el concepto cristiano de Dios, subrayaba el Santo Padre, es el estar acostumbrados al Evangelio: «el tener esperanza, que proviene del encuentro real con (…) Dios, resulta ya casi imperceptible».

En relación con la fe, la madre de Ana comenta: «Mi hija tuvo una etapa de crisis de fe a raíz de la enfermedad, no iba a misa, llevaba un año sin comulgar, se declaraba atea y decía que Dios no existía porque no le veía actuar en su vida… Fue un tiempo muy complicado, yo por el contrario veía la acción de Dios continuamente en nuestras vidas, desde cómo pudimos tener unos profesores en casa que venían a ayudarla con las asignaturas para que no perdiera el curso, hasta el hecho de que sus hermanos estaban completamente volcados con ella, cuidándola, mimándola, distrayéndola con mil cosas… Gracias a Dios pudo ir a la JMJ de Lisboa (pese a que yo no estaba convencida de que fuera oportuno que acudiese) y volvió transformada… Fue un verdadero paso del Señor. Nos pidió entrar en una comunidad neocatecumenal y está empezando a ir a las celebraciones».

La oración conduce a la esperanza

Abundando en la importancia de la fe para sobrellevar una enfermedad, Benedicto XVI señala cuatro lugares donde recuperar la esperanza, el primero de ellos, la oración: «Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. (…) Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (…) Él puede ayudarme».

En segundo lugar, actuar: «La esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos (…) para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano. Y solamente si sé que «mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiados por el poder indestructible del amor, puedo esperar». En relación con esto, la madre de Ana comenta que su hija es consciente de que ha sido el amor de su familia lo que le ha impedido quitarse la vida: «En esa situación desesperada lo que la ha frenado ha sido pensar en el daño que nos iba a infligir a nosotros; eso me lo ha dicho ella: “no podía, no podía haceros eso”. El amor es lo que la ha salvado».

En tercer lugar, el Papa Benedicto señala en la Encíclica Spes salvi que también el sufrimiento es un lugar de aprendizaje de esperanza: «Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento», sin embargo, «lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento (…) sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. (…) Es también fundamental, saber sufrir con los demás y por los demás». «Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren (…) es una sociedad cruel e inhumana».

Por último, Benedicto se refiere al Juicio de Dios, referir la enfermedad o el sufrimiento que tengamos a Dios, Él nos hará justicia aquí o en la otra vida: «Existe la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la «revocación» del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho». El Papa se muestra «convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna». Es imposible que «la injusticia de la historia sea la última palabra. (…) Pero en su justicia está también la gracia». «La gracia no excluye la justicia… Al final, los malvados, en el banquete eterno no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada».

 

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