Ene 27, 2023 | Cooperador paulino

Preparar la Iglesia para el encuentro con el Señor

Ene 27, 2023 | Cooperador paulino

Por Feli Izaguirre

Don Eugenio Antonio Albalate Gonzalo, siendo camarero, se sintió llamado al ministerio sacerdotal por el ejemplo de un sacerdote, al que admiraba por su trato, su hacer y su manera de participar de la belleza de la liturgia de la Iglesia.

 A LOS 34 años Eugenio fue ordenado sacerdote en Plasencia (Cáceres), y en 2022 ha celebrado sus veinte años de sacerdocio con una trayectoria muy intensa, que empezó en el Valle del Jerte y en varios pueblos de la comarca de Trujillo; fue consiliario de los Cursillos de Cristiandad; después, en Guareña, cerca de Mérida, desarrolló una extensa acción pastoral, también como vicario de la zona sur de la Diócesis de Plasencia, y fue párroco de Trujillo ciudad.

En la actualidad es párroco de Orellana la Vieja, Orellana de la Sierra, Madrigalejo, Vegas Altas y Acedera, una zona en su mayor parte de la provincia de Badajoz, donde puede también atender a sus padres. Trabaja con la juventud, los matrimonios, las familias, con la catequesis, Cáritas, los enfermos… con un gran amor por los pueblos y las iglesias a donde va, limpiándolas, adecentándolas, iluminándolas, abrillantándolas, restaurando sus imágenes, ornamentos…, para que todos los que entren en la iglesia queden envueltos en lo sagrado, y se encuentren con el Señor.

 

D. Eugenio, ¿qué destacaría de su vigésimo aniversario de sacerdocio?

Mi vida durante estos veinte años la resumo en un agradecimiento a Dios por todo. Tengo siempre presentes las palabras de Benedicto XVI, cuando, en esa magnífica celebración de apertura de su pontificado, dice que es un humilde siervo en la viña del Señor. Pues eso soy yo, con muchos defectos, pero Él me ha querido y me quiere de tal manera… Si no fuera por el amor que Dios nos tiene, que nos ama tanto… Él pone en los sacerdotes lo que realmente nos hace falta, y yo ahora, con 54 años, no puedo más que dar gracias a Dios por la vocación de sacerdote. Le pido diariamente al Señor que siempre, hasta el final de mi vida, muera cuando muera, mi vida sea una entrega generosa y de fidelidad a Él.

¿Desde cuándo es usted consciente de su fe?

Ya en la Primera Comunión sentí que tenía fe, que creía en Dios. Tengo un amor muy grande a la Virgen. «¡No sé si la quieres más que a Dios!», me ha llegado a decir de broma un obispo. Pero es verdad que mi amor a la Virgen es desde niño. La patrona de mi pueblo es la Virgen de Guadalupe a la que tengo una gran devoción y piedad.

 

¿Y cuándo sintió la llamada a ser sacerdote?

Empezó en mí el deseo de querer seguir al Señor a través del ministerio sacerdotal, por la imagen que yo tenía de un sacerdote que estuvo en mi pueblo, por el ejemplo de su vida, por cómo actuaba, por su manera de hacer las cosas como sacerdote.

 

¿Y a qué se dedicaba hasta entonces? ¿Cuáles son sus orígenes?

Nací en Gargáligas, un pueblo de unos seiscientos habitantes, de colonización, que surgió del Plan Badajoz, con el regadío. De niño, mi vida transcurre con mis padres, que eran agricultores y ganaderos de vacas de leche, ayudándolos, y con mis estudios. A los 18 años me puse a trabajar. Primero estuve durante un año y medio vendiendo fruta de manera ambulante en los pueblos, de la que nosotros teníamos en el campo. Y después fui camarero en un restaurante hasta casi los 28 años. Trabajando en el restaurante conocí a ese sacerdote. Él venía con su familia a comer allí, y resulta que lo mandaron de párroco a mi pueblo.

 

¿Cómo fue su entrada en el seminario?

Yo había dejado los estudios hacía muchos años. Era el primer caso que tenían de una vocación a esa edad, en el Seminario de Plasencia. Me pidieron hacer un discernimiento, para descubrir si realmente era eso lo que yo quería, y al año me dijeron que muy bien, que seguía. Y fui formándome como sacerdote, empezando en la zona del Valle del Jerte, la cual amo con todo mi corazón. Recuerdo esos pueblos, Cabezuela del Valle y Navaconcejo, con mucho cariño y agradecimiento.

 

¿Cuándo recibió el Orden Sacerdotal?

Mi ordenación fue el 23 de junio de 2002. La gracia de Dios es la que puede todo, nosotros podemos hacer algo, pero si no es porque Él quiere realmente, no vamos a ejercer nunca nada, por eso debemos ser esos instrumentos tan bellos que dice san Agustín, para gloria de Dios. Debemos buscar al Señor en el Sagrario, en la oración, en la celebración de la Eucaristía, que es la fuente y la fuerza de todo; en el sacramento de la penitencia, en el caminar junto a otro sacerdote que te ayuda y te acompaña, y en la oración de los fieles: tú rezas por tu comunidad, por su bien, su santidad, su apostolado, por cada una de las almas, pero sientes también que recibes mucho de ellos.

 

A través de la belleza del arte, usted consigue mucho como sacerdote.

Somos como pequeños conductos que hacemos llegar la gracia de Dios a través de muchas cosas, también de la belleza del arte. Cuando confiamos en la misericordia de Dios, en el amor de Dios y en que todo lo que se hace es por su gloria, acaba dando fruto. Y una de las catequesis bellas que hay es cuando la gente entiende bien el arte, y cómo y por qué se hace ese arte. La liturgia es eso, una serie de signos que nos introducen en el Misterio. La música, la limpieza, la belleza de las cosas, el arte… es tener las cosas dignas y ordenadas para quien se merece la dignidad, que es Dios. Todo eso nos ayuda a adentrarnos en el gran misterio de Dios, que debemos cuidar tanto. El misterio de Dios es un encuentro personal con Él, en lo íntimo, donde todo nos ayuda, como preparar bien las iglesias, adecentarlas, saber presentar bien las cosas de Dios y hablar bien de ellas. Todo eso es un esfuerzo y un trabajo, pero está muy bien recompensado por parte de Dios.

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