La Asociación de Cooperadores Paulinos, integrada por laicos –hombres y mujeres de toda clase y condición social, esparcida por más de 30 países de los cinco continentes–, prosigue celebrando con gozo el primer Centenario de su fundación.

Uno de los eventos más significativos que esta Institución tiene en su programa de actos es la celebración de un Encuentro Internacional que se desarrollará, entre las ciudades de Roma y Alba (Italia), del 18 al 27 de mayo de 2018. Será una magnífica ocasión para que un elevado número de estos misioneros laicos –una especie de tercera orden dentro de la Familia Paulina– se encuentren cara a cara para conocerse mejor, para proyectar el futuro, para ser una presencia más viva en la Iglesia que haga resplandecer el rostro de Jesucristo, Maestro y Pastor, según el espíritu del apóstol Pablo y del beato Santiago Alberione. Sí, será una espléndida ocasión para evaluar el camino recorrido desde el mismo comienzo hasta el día de hoy. Y también para trazar el nuevo programa de actuación apostólica con sus correspondientes objetivos, prioridades, estrategias y líneas de acción, sobre el hoy y el futuro próximo de la Iglesia donde cada una de ellos vive y trabaja.

Los laicos tienen una tarea muy importante a realizar en el compromiso evangelizador de la Iglesia. Y todos los Cooperadores Paulinos son muy conscientes de ello por el conocimiento que tienen del Evangelio, de las cartas de san Pablo, de los escritos del beato Santiago Alberione y del apremiante reclamo que a este respecto ha dirigido el Concilio vaticano II a todos los bautizados. Pero no está de más un toque de atención. Y con más razón si se tiene en cuenta, como ha de tenerse, una apremiante frase del papa Francisco en una carta que dirige al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el 19 de marzo de 2016, a propósito de la misión de los seglares: «Es la hora de los laicos». Pues bien, si es la «hora de los laicos» para entregarse a la evangelización, ojalá que no se pare el reloj de la jerarquía, que es quien tiene que llamarlos a la tarea.