José Antonio Varela

Por José Antonio Varela Vidal

Diácono y periodista
El encuentro del Santo Padre Francisco con los jóvenes, y entre ellos mismos, y, por ende, con la Iglesia universal, movilizó a cerca de 700 obispos, diez mil sacerdotes y miles de catequistas para acompañar y enseñar a esa juventud.
Bajo este epíteto se les recordará, por el memorable amanecer del último día, cuando el astro rey, acompañado de una impactante música electrónica operada por un «sacerdote DJ», los hizo ponerse de pie muy temprano, para abrir sus oídos y corazones.

Una llamada a Europa

A pesar de haber viajado a países con comunidades emergentes, como Albania, Baréin y Mongolia, el Papa no dejó de tener a Europa en su mira. En múltiples ocasiones ha señalado al viejo continente como «cansado» y alejado de sus principios fundacionales.

Durante su presencia en tierra lusa, Francisco recordó a Europa que se equivoca al  promover «injusticias planetarias, guerras y crisis climáticas y migratorias». En cambio, aconsejó que lo que el mundo necesita es la «verdadera Europa», que desempeñe su papel como constructora de puentes y de paz.

La frase del Papa que resonó con fuerza fue el deseo fundacional de Cristo: «¡La Iglesia es de todos!».

No hubo auditorio ni multitud que no lo aplaudiera de pie y lo alentara, en un claro esfuerzo por hacerlo sentir acompañado y firme en la conducción de la barca de Pedro.

La llamada es para todos

Los observadores han constatado que solo la Iglesia católica es capaz de organizar y convocar un evento de tales dimensiones, con cerca de un millón y medio de jóvenes, sin ningún fin proselitista ni comercial, siendo descrita por la policía local como «obediente y pacífica».

El Pastor universal demostró sus habilidades como predicador, catequista y líder, compartiendo alegremente con los jóvenes. Incluso mostró su faceta de «cura de barrio» cuando se encontró con tres jóvenes en el confesionario, quienes lo describieron como un «párroco sencillo y humilde».

La frase del Papa que resonó con fuerza fue el deseo fundacional de Cristo: «¡La Iglesia es de todos!». Ante esto, Francisco hizo lío y pidió a los jóvenes que se unieran a él en coro para que no olvidaran, ni nosotros, que la Iglesia es para «¡todos, todos, todos…!».

Explicó: «Esa es la Iglesia, la Madre de todos, hay lugar para todos. El Señor abre sus brazos, nos abraza a todos. Nos muestra a Jesús en la cruz, con los brazos abiertos, dispuesto a ser crucificado y morir por nosotros. Jesús nunca cierra la puerta, nunca. Más bien, te invita a entrar, a ver».

Lo demás es historia. Inmediatamente, algunos pidieron explicaciones, mientras que otros interpretaron sus palabras según su entender. Sin embargo, el propio Santo Padre lo aclaró mientras surcaba el cielo, desde el vuelo de regreso: «La Iglesia recibe a todos; cada uno sigue su propio camino dentro de la Iglesia».

See you soon, Korea!

Tras anunciarse Seúl como la próxima sede de la JMJ, un emocionado presbítero coreano, el padre Raphael Hong, nos dijo con una amplia sonrisa y aquella característica venia inclinada:

«¡Hasta pronto!» (See you soon!). Luego, y más calmado, nos dijo que, en esta JMJ, «las diócesis de Corea esperan renovar la fe de los jóvenes».

Su confianza radica en que tratarán de que los jóvenes «experimenten a Cristo, que lo encuentren y lo amen». El también párroco de la diócesis de Wonju, lanzó un desafío: «Si no estás experimentando a Cristo, debes pensar en la causa».

Mientras tanto, estos jóvenes de la JMJ Lisboa que liderarán el mundo dentro de veinte años, no dejaron de intercambiar entre ellos sus cuentas de Instagram y números de móvil, con la esperanza de mantenerse en contacto, «seguirse» en las redes sociales y por qué no, reunirse de nuevo en Corea del Sur 2027.

 

Otros artículos

Artículos