Abr 25, 2023 | Cooperador paulino

Benedicto XVI: santo pastor, doctor y mártir de la verdad

Cooperador paulino

José Antonio Varela

PorMons. Raúl Berzosa,

Obispo emérito de Ciudad Rodrigo

En el último día del año 2022, muy de madrugada, nos llegaba la noticia: ha subido al cielo el papa Benedicto XVI. El Señor eligió para él esta fecha como si quisiera alargar el tiempo cronológico hasta convertirlo en tiempo de gracia, de kairós y de resurrección: fin de un año viejo y vísperas de uno nuevo.

Benedicto XVI, providencialmente, marcó nuestras vidas. Utilizando la imagen que siempre me agrada y orienta, si tuviéramos que, a modo de brújula, destacar brevemente cuatro puntos cardinales de su rica y fecunda herencia y magisterio, lo haría con estas cuatro claves: Jesucristo, comunión, arte y diálogo.

Benedicto, ante todo y sobre todo, fue un creyente y un testigo de la fe en Jesucristo, Vivo y Viviente.

Jesucristo.

Benedicto, ante todo y sobre todo, fue un creyente y un testigo de la fe en Jesucristo, Vivo y Viviente. En la entrega del premio Carlomagno exclamó: «Solo los hombres y mujeres tocados por Dios serán capaces de abrir las mentes y los corazones de sus contemporáneos a los misterios del mismo Dios». Nos deja, como herencia perenne, tres volúmenes magistrales sobre la vida y palabra de nuestro Señor, y otros tres documentos que nos ayudan a vivir el estilo del cristianismo; son dos encíclicas y una carta apostólica que lo concretan, desarrollando las virtudes teologales: Deus caritas est (Caridad), Spes salvi (Esperanza) y Porta fidei (Fe).

Comunión.

En cuanto a la comunión, quiso y supo girar el derrotero del postconcilio Vaticano II de una «hermenéutica de la ruptura y de la discontinuidad, hacia otra de la continuidad y del desarrollo homogéneo, de los dogmas y de la moral». Uniendo fidelidad y creatividad. Y, siempre como servicio a la Verdad. La fe y la verdad no se negocian. La revista Communio, de la que fue fundador, es un testimonio fecundo. En la misma línea, ya en ámbito de la vida consagrada, no nos cansaremos de darle las gracias por la fundación de Iesu Communio, un instituto pontificio que hace vida su teología más profunda, anclada y radicada en el Evangelio y en la más pura tradición patrística.

Manos del papa Benedicto XVI en su capilla ardiente

Las manos del papa Benedicto XVI sosteniendo el rosario en su capilla ardiente en el Vaticano.

Arte.

En cuanto al arte, además de ser él mismo un artista en el mundo de la música y de la literatura, supo expresar lo central de nuestro ser cristianos, en una sugerente y actual conferencia impartida a los catequistas y profesores de Religión de Roma, en el año 2001: «Evangelizar es un arte; es mostrar el arte de vivir de forma auténtica, que no es otro que llevarnos a Jesucristo… Si se desconoce este arte de vivir, todo lo demás ya no funciona en nuestra vida». Las claves de este arte de vivir en el Señor las centró en cuatro: primero, la conversión sincera como encuentro con el Resucitado y su Evangelio; segundo, vivir el teocentrismo, experimentando que el reino de Dios es Dios mismo, que Dios existe y está presente y actúa en el mundo; tercero, vivir a Jesucristo como el Enmanuel, el Dios con nosotros, alguien muy real y presente en nuestra vida, y, cuarto, creer en la vida eterna, lo cual conlleva experimentar que Dios hará justicia a los más pobres y que todo en nuestra vida es importante y tiene valor de eternidad.

Si tuviéramos que, a modo de brújula, destacar brevemente cuatro puntos cardinales de su rica y fecunda herencia y magisterio, lo haría con estas cuatro claves: Jesucristo, comunión, arte y diálogo.

Diálogo.

Finalmente, el diálogo. En varios niveles: «hacia fuera de la Iglesia», diálogo y encuentro sincero con la cultura, en el llamado «atrio de los gentiles», practicando el arte de la complementariedad entre fe y razón en todos los campos del saber y del vivir humanos. Diálogo ecuménico con protestantes, judíos, musulmanes y otras religiones. Insistiendo en la centralidad de Jesucristo, como la revelación plena, y en que Dios y la religión nunca son enemigos del hombre. Diálogo, también, «hacia dentro de la Iglesia», potenciando la verdadera teología, como servidora de la Verdad y evitando los dos extremos: una ortodoxia extremista y mal entendida, o un liberalismo-laicismo que ideologiza y manipula políticamente la teología. De ahí, su feliz iniciativa de incentivar, premiar y reconocer a los más valiosos y fieles teólogos.

En todo este diálogo, hacia el exterior e interior de la Iglesia, ponía en práctica lo aprendido de san Buenaventura e incluso del artista Miguel Ángel, practicando un triple método: inmersión total en la realidad a dialogar (assumptio), poda de todo aquello que dañara lo divino (la Verdad) o lo humano (abblatio), para hacer resaltar, finalmente, lo más bello y verdadero (elevatio). En J. Ratzinger, la defensa de la fe y de la razón eran, al mismo tiempo, la defensa de la auténtica libertad humana. Por eso, en él, la verdad siempre va unida a la caridad: la verdad, sin caridad, no es verdad completa; pero la caridad sin verdad está vacía.

Tenemos un santo intercesor más en el cielo; un sabio pastor y un mártir de la verdad. Supo pilotar el timón eclesial del postvaticano con las claves que, en su día, acertó a sintetizar el cardenal Danielou: Vuelta a las fuentes genuinas de la revelación de Dios, diálogo con la cultura de su tiempo y pasión por la pastoralidad. Todo ello siendo maestros de oración, profetas de esperanza, vínculos de comunión y agentes decididos de evangelización.

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