Para leer Fratelli tutti ¡y no perdernos en el intento!

Mons. Raúl Berzosa, obispo emérito de Ciudad Rodrigo

«En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se están debilitando, y el sueño de construir todos juntos u  planeta de justicia y de paz aparece como una utopía de otras épocas».

Muchos cristianos me han preguntado con sencillez: «¿Por qué el papa Francisco ha escrito la encíclica Fratelli tutti, y cómo podemos leerla y comprenderla?».

 

1. ¿Por qué el Papa ha escrito esta encíclica?

Porque dicho documento, en estos tiempos de pandemia, es un precioso y valioso regalo para seguir caminando con esperanza renovada y, sobre todo, para hacer de este mundo «otro mundo». Dicha encíclica, Fratelli tutti, publicada el 3 de octubre del año 2020, nos llega en un momento en el que parece que el mundo se estuviera rompiendo en pedazos. Ofrecemos unas claves para una lectura articulada y orgánica, como si se tratara del esqueleto de la misma, y sobre el cual se irían rellenando, después, todos los importantes contenidos. ¿Cómo comprender su mensaje?

Ante todo, subrayemos que, para escribirla, el papa Francisco se inspiró en san Francisco de Asís (n.1), y en la experiencia vivida con el gran imán Ahmad Al-Tayyeb, en Abu Dabi (n. 5). El Papa desea que soñemos una única humanidad, porque somos de la misma carne humana e hijos de esta misma Tierra (n. 6).

Durante décadas parecía que el mundo había aprendido, y sacado las consecuencias, de tantas guerras y fracasos, pero la historia reciente da muestras de que, en lugar de avanzar, estamos volviendo hacia atrás (nn. 10-11).

La cultura de hoy, globalizadora y de pensamiento único, está colonizando el mundo y dividiendo a las personas y a las naciones (n. 12, 14). Por ejemplo, hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral (n. 21). O, también, muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos (n. 22). Incluso, hay miedos ancestrales que no han sido superados ni siquiera con el desarrollo tecnológico, y han sabido esconderse y potenciarse detrás de las nuevas tecnologías (n. 27). Antes de la pandemia, el mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que,
utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los costos humanos, y hasta algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado (n. 34). No ha sido así. Y el COVID-19 lo ha puesto en evidencia.

En resumen, en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se están debilitando, y el sueño de construir todos juntos un planeta de justicia y de paz aparece como una utopía de otras épocas (n. 30). Necesitamos, por lo tanto, constituirnos en un «nosotros», como humanidad, que habita la misma casa común (n. 17). Por eso, y a pesar de todo, el Papa nos anima a que «caminemos en esperanza» porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien (nn. 54-55).

San Francisco de Asís con el sultán Malek al-Kamil. Foto de www.vaticannews.va

2. Hacia una visión articulada de sus ocho capítulos

El capítulo 1 (nn. 9-55), al que hemos hecho referencia en el punto anterior, nos habla de las luces y sombras, de las fortalezas y las debilidades, de la sociedad de hoy. A partir de ahí, se nos ofrecen dos modelos para cambiar esta sociedad y cultura, como leemos en los dos capítulos siguientes.

Así, en el c. 2 (nn. 56-86), encontramos un modelo o paradigma desde el Evangelio: se trata de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25- 37), y se nos hace una pregunta, ante el hermano caído y necesitado, ante el migrante: «¿Con qué personaje te identificas: con el fariseo, con el levita, o con el buen samaritano?».

En el c. 3 (nn. 87-127), el modelo o paradigma es más bien social o cultural: se trataría de poner en práctica el amor como amistad social, y reconocer que incluso la propiedad privada siempre tiene una «hipoteca social»; nunca es absolutamente privada.

Con el trasfondo de este doble modelo o paradigma, evangélico y cultural, se nos invita a «cambiar, al mismo tiempo los corazones y las estructuras sociopolíticas». El c. 4 (nn. 128-153) nos habla de cambiar los corazones de las personas, en el sentido de ser ciudadanos abiertos al mundo entero y capaces de integrar lo local en lo universal. Y el c. 5 (nn. 154-197), de cambiar incluso la política, mediante lo que el papa Francisco denomina caridad política, o ejercicio responsable de la misma buscando el bien común. Es muy interesante cómo el Papa denuncia dos tipos de hacer política: los populismos, que en el fondo solo buscan el personalismo de los líderes y el poder del partido político, y el neoliberalismo que coloca el dinero y la ganancia económica por encima de las personas y de los ciudadanos. El papa Francisco nos invita a redescubrir la categoría Pueblo, que se traduce en un colectivo con identidad y cultura propias, capaz de gestionar su futuro con esperanza.

¿Cuáles son las medidas para «cambiar los corazones y estructuras»? Se nos concretan en los tres capítulos siguientes. El c. 6 (nn. 198-224) nos urge a practicar el diálogo y la amistad social, que reconoce el valor y dignidad del otro y que busca el verdadero consenso, en un clima de amabilidad. En el c. 7 (nn. 225-270), se propone la construcción artesanal de la paz, cimentada en la verdad y la justicia, y en la misericordia y el perdón. Hay un grito fuerte y profético contra la guerra, en todas sus manifestaciones, y en favor de la abolición total de la pena de muerte. Finalmente, en el c. 8 (nn. 271-284), se nos habla de las religiones al servicio de la paz y de la fraternidad. El Papa denuncia el fundamentalismo religioso, y también a aquellos líderes religiosos que, en lugar de unir, fomentan la división. Nunca las religiones, si son auténticas, pueden promocionar la violencia, porque son instrumentos de Dios para buscar la paz y la fraternidad universales.

 

El papa san Juan Pablo II asiste en una reunión interreligiosa por la paz el día 27 de octubre de 1986 en Asís. (Foto de CNS/Osservatore Romano)

3. Ser hermanos universales

¿A dónde nos conduce finalmente Fratelli tutti? Retomamos las mismas palabras del papa Francisco, expresadas en el final del documento. Por un lado, deseó actualizar el llamamiento de paz, justicia y fraternidad que hizo en Abu Dabi: «En nombre de la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales…. Y en el nombre de Dios, invito a asumir la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio» (n. 285).

Por otro lado, nos recuerda las figuras de san Francisco de Asís y de otros hermanos que no son católicos, como Martin Luther King, Desmond Tutu y el Mahatma Mohandas Gandhi; y, sobre todo, nos destaca al beato Carlos de Foucauld, quien escribía a un amigo: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos». Quería ser, en definitiva, «el hermano universal». Solo, como él, identificándonos con los últimos, llegaremos a ser hermanos de todos (nn. 286-287). ¡Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros y en la humanidad en su conjunto!

Mons. Raúl Berzosa

obispo emérito de Ciudad Rodrigo

DE LOS «MAGOS» QUE DURAN TODO EL AÑO

DE LOS «MAGOS» QUE DURAN TODO EL AÑO

«(Los magos) se retiraron a su tierra por otro camino» (cf Mt. 2,12)Este podría ser hoy nuestro titular: se nos fueron los Magos. Sí, un año más y como siempre. Un año más, se podría decir que los Magos pasaron por nuestras vidas y entraron y salieron por nuestros...

¡Navidad!

¡Navidad!

La Navidad de 2023 ya está a la vuelta de la esquina. Lamentablemente, nos llega con el ruido de fondo de las armas de Guerra en varios países. Y de fronteras adentro, tampoco podemos decir que las cosas nos vayan precisamente sobre ruedas. Seriamente preocupados por...