10 LECCIONES EN EL TIEMPO DE PANDEMIA

Mons. Raúl Berzosa, obispo emérito de Ciudad Rodrigo

¿Qué hemos aprendido, y qué estamos aprendiendo,
en tiempos de pandemia y postpandemia del covid-19?

Basándome en mis propias observaciones y vivencias, y en lo que la prestigiosa revista La Civilità Cattolica ha venido publicando durante los meses de confinamiento, me atrevo a sintetizar en forma de decálogo las siguientes claves:

1. Activar los verdaderos anticuerpos de la comunión y de la unión, porque el contacto se puede traducir en temor al contagio; la comunicación, en miedo a la contaminación, y las relaciones, en dramáticas infecciones. No somos lobos para los demás, sino hermanos. No somos sardinas en conserva, enlatadas en recipientes individualizados; todos formamos una y la misma familia humana.

2. Cuidemos el sistema sanitario público y privado. No hagamos ideologías de recortes que matan. Valoremos la salud como un bien común global y que, como tal, debe ser gestionado. No olvidemos que, lo que está en juego, es la sociedad misma.

3. La pandemia ha sido global. Hay que afrontarla siempre con realismo, sin ocultar la realidad ni las cifras, y reforzando las redes de ayuda, especialmente a los más pobres y desfavorecidos y a las familias. Y, en ellas, a los más desprotegidos: niños y ancianos.

Foto por Martin Sanchez en Unsplash

4. Asumamos los retos y consecuencias psicológicas. Hay que poner en práctica la resiliencia o resistencia, con estas claves al menos: implicarnos en todo cuanto podamos hacer y en la responsabilidad de arriesgar; tener el control de la situación de las pequeñas cosas; no aislarnos ni perder las relaciones con los demás; afrontar la enfermedad y, en su caso, la muerte con fe y esperanza, y, sobre todo, hacer de esta prueba de la pandemia, una oportunidad para crecer.

5. La pandemia ha golpeado también al poderoso primer mundo. La reconstrucción de Europa, por ejemplo, no será posible sin una nueva idea de Europa. A nuestra puerta están llamando los refugiados. Hasta en el orden económico, tendremos que pensar en los países más pobres para que no sean aún más pobres tras la pandemia. Esta crisis o nos hundirá más o nos dará impulso para afrontar nuevos y necesarios desafíos sociales y políticos, con nuevas y creativas respuestas.

6. La pandemia no ha sido un castigo de Dios. Dios nunca permitirá que prevalezcan el miedo, la oscuridad y la muerte. El papa Francisco, en la bendición Urbi et Orbi, del 27 de marzo de 2020, nos dijo que este tiempo de prueba es de elección. No es un tiempo de juicio de Dios, sino para nuestro juicio, para que sepamos elegir entre lo que es perdurable y lo que pasa, entre lo verdaderamente necesario y lo que no lo es. Es tiempo de reconducir la ruta hacia el Señor y hacia los hermanos.

Foto por Rusty Watson en Unsplash

7. Una oportunidad para purificar nuestra fe. Hemos palpado mucho dolor y mucha muerte. El Señor nos ha pedido aprender a vestir la debilidad del mismo Jesucristo y a destapar los más verdaderos y genuinos sentimientos del corazón. La prueba purifica la fe, y nos invita a una mayor configuración con Jesucristo y a un más sincero seguimiento.

8. Hemos palpado, con tristeza y confusión, las falsas y distorsionadas noticias e informaciones, las fake news. Tenemos un doble reto: informativo y educativo, especialmente entre los más jóvenes; en estos tiempos de post-verdad, no se puede hipotecar la verdad misma.

9. Nos ha remontado a los tiempos de lepra bíblicos. No podemos dividirnos socialmente en sanos y puros, enfermos y marginados. El ejemplo es el trato de Jesús con los leprosos. Él mismo se hizo «leproso y pecador» por y con nosotros. Nos invita a que seamos también solidarios y sanadores. Es muy Buena Noticia en tiempos de pandemia globalizada.

10. No hemos podido celebrar el culto con normalidad. La paradoja estaba entre la defensa de derechos humanos fundamentales, como el culto religioso, y la protección de los más débiles y del bien común. En cualquier caso, las restricciones tienen que tener una sólida base jurídica y proporcionada al peligro. Los ciudadanos lo tienen que percibir claramente. Todos los excesos de estas restricciones deben ser corregidos. En el futuro, en el tema del culto, habrá que buscar siempre bases seguras y salubres, con una certeza: las celebraciones pueden no ser posibles, pero las iglesias nunca pueden «estar cerradas» ni los ministros escondidos.

Mons. Raúl Berzosa

obispo emérito de Ciudad Rodrigo