Testimonios vocacionales de la Familia Paulina

Sergio Hernanz Romera (Cooperador Paulino nº 185, pp 19)

Me causaron una profunda impresión las palabras que pronunció en la homilía, sobre todo cuando dijo refiriéndose a los jóvenes: «No temáis a Cristo. No quita nada. Lo da todo. Puedes ser profundamente moderno y profundamente creyente».

Sergio Hernanz Romera

Instituto San Gabriel Arcángel

Me llamo Sergio. Tengo 47 años y soy laico consagrado en el Instituto San Gabriel Arcángel, una de las 10 ramas de la Familia Paulina. Ingresé en este Instituto Secular, agregado a la Sociedad de San Pablo, el 26 de noviembre de 2004. Con inmensa alegría, hice la primera profesión de los consejos evangélicos el 12 de abril de 2008. Y con más alegría aún, por este don de Dios tan inmerecido, me consagré definitivamente al Señor el 29 de marzo de 2014.

En mis años de niño, adolescente y joven he pasado por etapas de gran religiosidad y otras de incertidumbre y hasta de abandono de las prácticas religiosas.

El impulso definitivo para seguir más de cerca a Cristo lo recibí en la última visita del papa san Juan Pablo II a España, en el año 2003. Participando, al lado de mi padre, en la solemne Eucaristía que presidió el Pontífice en la Plaza de Colón (Madrid), me causaron una profunda impresión las palabras que pronunció en la homilía, sobre todo cuando dijo refiriéndose a los jóvenes: «No temáis a Cristo. No quita nada. Lo da todo. Puedes ser profundamente moderno y profundamente creyente». No sé por qué, pero ahí tuve la seguridad de que mi vocación era la de consagrarme a Cristo en el Instituto San Gabriel Arcángel, sobre la que ya venía reflexionando desde hacía algunos años.

Como miembro de este Instituto Paulino, como otros muchos compañeros de España y del mundo, vivo mi vida cristiana, como levadura en la masa, siendo consagrado laico en medio del mundo y de las realidades terrenas.